El impacto ambiental de la producción agropecuaria es un asunto que genera muchas controversias, en especial sobre el balance de Carbono en la producción ganadera.
Los datos oficiales consideran la actividad ganadera como la de mayor efecto cuando se trata de emisiones de Carbono en la atmósfera, especialmente la producción bovina. Según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC 2014), a nivel mundial alrededor del 17% de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) son atribuidas a la producción agropecuaria.
Según el inventario de GEI realizado en el 2017 por el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación, nuestro país genera un total de 368 Megatoneladas equivalentes de Dióxido de Carbono (CO2), que corresponden al 0,6% del total de las emisiones mundiales. El sector agropecuario contribuye con 144 Mt de equivalentes CO2 por año, lo que representa el 39% de las emisiones totales de equivalentes CO2 del país.
Se destacan como fuente de emisión el cambio de uso del suelo (deforestación), la fermentación entérica de los rumiantes, el uso de fertilizantes y abonos, la quema de rastrojos, entre otros. Del total de emisiones del sector agropecuario, según el mismo informe, la ganadería es responsable por un 27,9%, siendo la fermentación entérica de los rumiantes el principal aportante con un 14,7%.
De acuerdo con la FAO para cada kg de proteína de carne vacuna producida son emitidos 295 kg de CO2 equivalente, un valor alto comparado con otras producciones como la carne de cerdo y de pollo que emiten 55 y 35 kg de CO2 equivalente por kg de carne producida.
Otro punto importante a considerar en relación al impacto ambiental en la producción es la huella hídrica. La huella hídrica es un indicador que estima el volumen total de agua que se usa para producir un bien o un servicio. En el caso de la carne vacuna para cada kg producido son necesarios 15000 litros de agua, en cuanto para la carne de cerdo y de pollo se necesita 5800 litros y 4300 litros, respectivamente.
Por otro lado, algunos investigadores, entre ellos Ernesto Viglizzo, uno de los expertos en el tema en Argentina, sostienen que es necesario perfeccionar y homologar a nivel internacional las metodologías para dimensionar la emisión de gases de efecto invernadero y considerar además la fijación de carbono por parte de la biomasa que habitualmente no vemos y que está en el suelo. Según Viglizzo (2019) el (IPCC) parte del supuesto que las tierras de pastoreo como pastizales, sabanas y pasturas conservan un equilibrio en el balance de carbono a través de los años.
Sin embargo, se subestima la capacidad de los suelos ganaderos para capturar y almacenar carbono atmosférico de manera permanente. Así países como Argentina que tienen su ganadería de base pastoril se ven perjudicados en los números que arrojan los inventarios GEI que son los que justamente absorbe la opinión pública. Viglizzo considera que los científicos del clima en general concuerdan en que los métodos recomendados por el IPCC (1996, 2006) que para calcular emisiones de GEI predicen con aceptable rigor las emisiones de la ganadería. Pero los métodos para estimar la captura y secuestro de carbono están menos desarrollados y son inciertos, por lo cual son motivo de discusión y debate.
Estimar las emisiones de la ganadería en forma independiente, sin insertar al ganado en sus sistemas de producción, genera una falsa orientación en el cálculo del balance de carbono que es necesario revisar, como también algunas prácticas obsoletas.
Son nuevos tiempos, con nuevos desafíos, con nuevas interpelaciones, sin embargo, solo abordando científicamente podemos dilucidar las verdades en medio de tanto humo… el tema no está cerrado.