La Pandemia Mundial puso en jaque la economía global, cuando aún no llegaba a levantarse del colapso financiero del 2008. Algunos dicen que las crisis abren escenarios de oportunidad, sin embargo los productores agropecuarios argentinos no viven de las oportunidades, menos en cuarentena.
El presidente dice que “estamos en guerra contra un enemigo invisible”, tan invisible como los que solo podemos seguir produciendo y haciendo el “esfuerzo”. Los aciertos en materia de salud en las medidas tomadas, hoy claramente ponen a nuestro país por debajo de los índices de contagio y mortalidad de otros países, pero hasta cuándo vamos a resistir una cuarentena que no encuentra al Estado ocupándose de cosas simples como por ejemplo tener una DDJJ para que circulen los productores sin que los detengan a cada rato. El tiempo del aislamiento social preventivo transcurre y comienzan las tensiones de los distintos actores, que desnudan sus estrategias.
El campo no ha parado, por su rol estratégico de ser el proveedor de alimento, lo que, parafraseando a Héctor Huergo, “te convierte en héroe”. Sin embargo el reconocimiento no resulta tal, ni tampoco es lo que buscan los productores.
Más bien el sector está necesitando un Estado ágil que acompañe y no que succione la ganancia que con tanto esfuerzo se produce. Mucho se habla de ver quién pone, quién se esfuerza, si los políticos o los empresarios, pero la vaca que se ordeña hace tiempo viene siendo la misma. Mientras los que se llenaron los bolsillos fueron los banqueros, con ganancias en 2018 del 121,5%, y en 2019 del 51%, según el Banco Central. Además de los vivos de siempre que impunemente corruptos algunos respetan la cuarentena, otros se pasean sin importarles nada.
Claro que la clase política merece un apartado en esto de esforzarnos, sobre todo los legisladores y los jueces que muchas tareas las harán desde sus casas, con mucho menos gastos que habitualmente. Por su parte, los funcionarios del ejecutivo en todos los órdenes, municipal, provincial y nacional, más que reducir sus sueldos, necesitamos que agilicen tramites, consigan créditos rápidos y a tasa viables, que desplieguen el personal a cargo para resolver las problemáticas territoriales, disminuyan la presión tributaria, entre varias problemáticas estructurales que desde hace mucho tiempo reclamamos desde el campo.
Esto no tiene que ver con un color político, la verdad es que si tuviésemos una política de Estado integral y federal, con conectividad rural, caminos rurales en condiciones, por ejemplo, hoy la pandemia no estaría reflotando problemas que deberían ser del siglo pasado.
Son momentos de profundas reflexiones, valorar todo lo que somos capaces de hacer cuando trabajamos juntos, a lo mejor nos da la posibilidad de planear una política agroalimentaria donde el Estado trabaje junto a los productores compartiendo el esfuerzo. Se ha echado luz sobre la importancia que tiene cada una de nuestras chacras, fincas, campos, cada productor son los engranajes necesarios para que vos te alimentes. Así también llegará el momento de que se acabe el país de los vivos y que todos aquellos que se enriquecieron a costas de los que producimos y trabajamos empujemos juntos para el mismo lado.