En las discusiones sobre la ciencia aplicada a la producción agroalimentaria rondan las antinomias, falsas contradicciones, sobre lo bueno y lo malo, alejándose del carácter importante que cada nuevo descubrimiento tiene en cuanto al impacto productivo y de sustentabilidad ambiental en un mundo en constante crecimiento poblacional.
Un estudio del economista agrícola Graham Brookes, publicado recientemente en GM Crops & Food, sobre los cultivos de maíz transgénico implantados en España durante los últimos 20 años (1998 a 2018), muestra grandes beneficios en materia productiva, económica y ambiental. Los genomas fueron modificados para dar resistencia a dos plagas de insectos causantes de grandes pérdidas y de utilización de insecticidas como gasto productivo habitual.
De este modo, la utilización de maíz OGM para resistir al taladro del maíz europeo (Ostrinia nubilalis) y al taladro del maíz mediterráneo (Sesamia nonagroides), lograron reducir el uso y consecuente gasto en insecticida, el combustible y la maquinaria para su aplicación. Según el estudio se habrían ahorrado 593.000 litros de combustible en España, equivalente a 1.58 millones de kilogramos de dióxido de carbono menos liberado a la atmósfera en 20 años. Sin contabilizar los efectos secundarios sobre el resto de la biósfera en que se aplican los agroquímicos.
Logrando un aumento de los ingresos de 173 €/ha/año, 4,95 euros por cada euro invertido en promedio para los productores, según el estudio.
La visita de la delegación China de biotecnología como la continuación de la octava ronda del Grupo Bilateral de Biotecnología que se realizó en Beijing hace dos semanas, muestra que para el mayor mercado mundial de alimentos Argentina tiene un rol muy importante. Participaron de la reunión representantes de instituciones públicas de investigación como INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria), de compañías globales de biotecnología como Corteva, Bayer o BASF, compañías de reproducción como Asociados Don Mario y nuevas empresas de NBT (New Breeding Technologies) como Bioheuris.
“Argentina fue pionera en el desarrollo de un marco legal para la NBT, que ofrece un camino para determinar si un nuevo producto debe ser regulado como un OGM o no. En el mundo, algunos países han adoptado una posición pro-NBT como EE. UU., Brasil, Canadá y Australia, mientras que Europa sigue esperando una definición después de que el Tribunal Supremo determinó que las plantas editadas deberían estar sujetas a la misma regulación que los cultivos transgénicos», comentó Alfredo Paseyro, el presidente de ASA (Asociación Argentina de Semillas), que auspicio de sede del encuentro.
La ciencia aplicada a la producción agroalimentaria, sin lugar a dudas, es un tema de importancia estratégica para nuestro país. Primero porque la inversión en conocimiento tecnológico y biotecnológico en nuestra actividad económica más fuerte y de inserción mundial (producción agrícola de cereales y oleaginosas), es la inversión más importante para proyectarnos globalmente. Segundo porque el control de los eslabones que determinan los tiempos sociales de producción, resultan de vital importancia para los productores y las empresas agroindustriales nacionales. Y tercero, porque solo desde el conocimiento científico podemos mantener los recursos naturales de nuestra biósfera y en armónica biodiversidad para que el agotamiento productivo no signifique el colapso económico de la Nación.
En tiempos de fórmulas presidenciales, en la que los individuos parecen modificar su genética ideológica, esperamos que alguna presente un plan productivo y sustentable para que los productores de cada actividad agropecuaria encuentren el tan anhelado desarrollo y crecimiento que muchas veces se ha prometido y pocas se ha cumplido.