A pesar de su pujanza y la calidad de sus productos, el sector vitivinícola ha perdido fuerza afuera, sigue relegado frente a sus vecinos y sufre los efectos de la carga tributaria.
Según cifras relevadas por el Centro Internacional de Comercio (ITC), en 2016 la Argentina ocupaba la novena posición en un ranking de mayores exportadores de vino, con una modesta cuota del 2,5%, equivalente a US$816 millones
Color apagado, aroma a crisis, sabor a poco. Si uno pudiera evaluar el presente exportador de la industria vitivinícola como se cata un vino, las notas revelarían un sector que, a pesar de su pujanza, ha perdido fuerza afuera, sigue relegado frente a sus vecinos y sufre todavía la presión asfixiante de una feroz carga tributaria.
Los números presentados a finales de enero por el Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV) son elocuentes: durante el año pasado, el volumen exportado pasó de 207,1 millones de litros a 192 millones, una baja del 7,3%. La exportación de vino blanco cayó 9,1% y la de color 7%, mientras que el mosto concentrado sufrió un derrumbe particularmente violento del 40,8% hasta 61,6 millones de litros.
Según cifras relevadas por el Centro Internacional de Comercio (ITC), en 2016 la Argentina ocupaba la novena posición en un ranking de mayores exportadores de vino, con una modesta cuota del 2,5%, equivalente a US$816 millones.
No es sorprendente que Francia, Italia y España, países con una milenaria tradición vitivinícola insertados en el mercado común europeo, concentraran el 56,6% de la facturación del listado.
Frente a este escenario, los bodegueros argentinos empiezan a impacientarse. Saben que son capaces de crear productos de excelencia y que el malbec nacional posee gran renombre en el exterior. ¿Pueden dar el salto a la masividad o están destinados a ser una rareza en las góndolas extranjeras?
Tropezón es caída
En este contexto, hay un producto estrella. “Cuando se habla de la Argentina se habla de malbec y viceversa”, comentó José Zuccardi, director de Bodegas Zuccardi (la tercera exportadora el país) y presidente de la Unión Vitivinícola Argentina (UVA). “Es el producto más emblemático pero luego tenemos variedades que no están tan difundidas, como torrontés en blancas y bonarda en tintas.”
Con US$226 millones, equivalentes al 32,9% de la facturación total, Estados Unidos es el principal destino de las exportaciones vitivinícolas argentinas. El top cinco lo completaron Reino Unido, con US$101,7 millones (12,5% de los ingresos), Canadá, con US$68,4 millones (8,4%), Brasil, con US$56,4 millones (6,9%) y Países Bajos, con US$29,3 millones (3,6%).
Recién en el sexto puesto aparece China, un país con tasas de consumo que lo ponen en camino a convertirse en el segundo mayor mercado para esta industria en 2020. Según datos oficiales citados por la revista Decanter, unos 745 millones de litros de vino valuados en US$2788 millones llegaron a las aduanas chinas el año pasado, cifras que representan una suba del 16,9% en volumen y de 18% en valor. Casi US$1050 millones (el 37% de la facturación) correspondió a los vinos franceses, mientras que Australia y Chile completaron el podio con US$682,4 millones (24%) y US$266,9 millones (10%), respectivamente.
¿Y la Argentina? En la décima posición, detrás de países como Sudáfrica, Portugal y Georgia. Sus ingresos ascendieron a US$22 millones, una baja interanual del 4,5% que apenas da cuenta del 0,7% de las compras chinas.
Competencia desigual
De acuerdo a Dopico, a esta situación hay que agregarle “cuestiones más globales de cómo funciona el mundo del vino”, donde competidores como Chile y Australia acceden a mercados importantes en el extranjero sin pagar aranceles y reciben estímulos públicos para la promoción internacional de sus productos. “Lamentablemente, en la Argentina no contamos con un apoyo equivalente”, sostuvo.
Nuestro país tiene una deficiencia fundamental a la hora de salir a competir con los productores “del Nuevo Mundo”, como se denomina en la jerga a los mercados que funcionan por fuera de Europa: los escasos Tratados de Libre Comercio (TLCs) a los que ha suscripto como integrante del Mercosur.
A la fecha, hay acuerdos con Chile, la Comunidad Andina, Egipto e Israel, entre otros, pero las tratativas con la Unión Europea están demoradas y la necesidad de un pacto con China recién sería planteada en la próxima Cumbre de Asunción, que comandará Uruguay en junio.
“Creo que una buena acción del gobierno es tratar de lograr tratados de libre comercio con la mayor cantidad de países posibles. Hoy Chile nos lleva una ventaja enorme en Asia que es donde creemos que más va a crecer el mercado”, señaló Gastón Pérez Izquierdo, CEO de la bodega Catena Zapata, que exporta el 60% de su producción.
Dopico, por su parte, afirmó que la industria considera de suma relevancia la firma del acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea, al que considera “el mejor mercado de exportación” y las negociaciones del tratado de libre comercio con México que comenzó a pergeñarse durante la visita de una delegación argentina a ese país en agosto de 2017.
El juego de los incentivos
En materia de estímulos fiscales, el gobierno de Australia cuenta con tres programas de subvenciones dentro del Paquete de Apoyo a las Exportaciones y los Vinos Regionales, dotado de casi US$40 millones anuales y que tiene como objetivo ayudar a los pequeños y medianos productores de vino a capturar oportunidades de exportación en China y Estados Unidos. Además, el gobierno destinará US$10 millones adicionales por año a la promoción del enoturismo a partir de 2019.
Chile, país que exporta el 80% de su vino (al revés de la Argentina, donde el grueso de la producción se destina al consumo interno), no exige el pago de retenciones a los bodegueros, que se benefician no solo de la aceitada red de acuerdos comerciales de su país sino también de su baja inflación (2,3% en 2017, la menor en cinco años) y el amplio acceso al crédito internacional.
Dopico sostuvo que “de este lado de la cordillera, el escenario es bastante más complicado”. “El país no cuenta aún con una política de Estado que promocione internacionalmente al vino argentino en el mundo. Nuestros competidores cuentan con vastos recursos del sector público para posicionar sus productos afuera. Nos debemos desde la industria un trabajo mancomunado con el sector público para fijar una estrategia de largo plazo que permita ganar mercados posicionando la marca del vino argentino”, opinó.
La cartera también señaló que desarrolla “una intensa agenda de participación internacional en ferias y rondas de negocios con empresas y posibles compradores en diferentes países”.
En este sentido, la Agencia Argentina de Inversiones y Comercio Internacional detalló a este diario la agenda de eventos para el sector: Vinexpo Nueva York (5 y 6 de marzo), Prowein Dusseldorf (18 al 20 de marzo) y Vinexpo Hong Kong (29 al 31 de mayo), además de la apertura de la tienda online montada en el sitio de Alibaba, el gigante asiático del comercio electrónico.
Zuccardi relativizó este punto: “Los presupuestos para la promoción que estamos manejando son mayoritariamente privados, salvo algunos aportes de Cancillería a través de Wines of Argentina (la entidad que difunde la marca e imagen país de los vinos locales). En definitiva, el grueso de los fondos aportados vienen del sector y nos toca competir con la Unión Europea, que subsidia toda la promoción en el mundo”.
Subsanar la situación

Un estudio de la Coviar y el Observatorio Vitivinícola Argentino encontró que la carga impositiva en el proceso de producción, elaboración y venta de vino argentino en el exterior alcanza, en promedio, un 20% para los vinos fraccionados y un 30% para el granel del precio FOB.
Cabe recordar que, a diferencia de los competidores, buena parte de la producción tiene lugar lejos de los puertos, en la región oeste del país, especialmente en provincias como Mendoza, Catamarca, Córdoba, La Rioja, Salta y San Juan. En este marco, el costo de transporte comprende un 6,8% del precio FOB en fraccionados y del 11,1% en graneles. En promedio, los competidores pagan 40% menos por la logística.
“El principal desafío es encontrar la manera de reducir los costos de fletes, que impactan muchísimo en la competitividad del sector”, remarcó Pérez Izquierdo.
Para subsanar parcialmente esta situación, Coviar presentó al Gobierno un proyecto para aumentar en tres puntos porcentuales los reintegros con la meta de compensar el costo adicional por impuestos en flete. La propuesta contempla llevar el reintegro de vinos fraccionados al 9% y graneles a 8,5%.
“Un aumento de los reintegros le implicaría al Gobierno un costo fiscal de US$30 millones, pero lo que recaudaría por las mayores exportaciones duplicaría ese importe”, señaló una fuente de la industria que pidió no ser mencionada.
De acuerdo a la Coviar, en 2016 se generaron más de 5700 puestos de trabajo en la producción de la uva y 6800 en la elaboración del vino. A pesar de su origen agrícola, se calcula que, por cada dólar facturado, aproximadamente 30 centavos corresponden a valor agregado.
En el Gobierno reconocieron que están analizando el proyecto. “Se está estudiando. Hoy el Estado ya hace un esfuerzo de unos US$ 60 millones en reintegros a la exportación y ha articulado los mecanismos para que las acreditaciones sean casi inmediatas. Queremos compensar a quienes mayor esfuerzo hacen en el agregado de valor”, dijeron en Agroindustria.
“Tenemos muchas posibilidades. No solo con el malbec. El mundo va seguir demandando Cabernet, Chardonnay y otros varietales que en la Argentina tenemos y debemos continuar desarrollando”, comentó Dopico.
“Venimos de años muy complicados -añadió Fiochetta- pero creemos que, con algunas herramientas muy puntuales, el vino argentino tiene una potencialidad increíble”.
Fuente: BioEconomía