Cerro la 11° cumbre de la Organización Mundial de Comercio (OMC), después de esperarla con bombos y platillos, hasta el 2018 pareciera que no se va a llegar a ningún tipo de acuerdo. Los países del MERCOSUR, le dejaron la pelota a los europeos para que evalúen la propuesta de Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay. En este marco, el tan esperado acuerdo MERCOSUR-UE por los referentes del agro no se pudo concretar.
Según fuentes oficiales “La Argentina avanzó al dar acceso a los europeos para muchos productos de nuestras economías regionales que no estaban presentes en la oferta original: limones, naranjas, mandarinas, merluza, vieiras, calamares, ciruelas, frutillas congeladas, huevos, miel y aceite de oliva entre otros”. Según la diplomacia argentina, en 2016 el país exportó a la UE 8.323 millones de dólares. Y de ese monto 84% son productos del sector agroindustrial. Desde luego, no había cómo no apostar a un acuerdo “en el que estábamos convencidos que esos sectores habrían de potenciarse aún más”.
«Las concesiones debían tener un grado de reciprocidad del otro lado de la mesa, nuestra demanda fue y continúa siendo de acceso a los mercados agrícolas. Y es lo que no están en condiciones de dar», estipula el comunicado oficial en el marco de la reunión de la OMC.
Las fuentes del sector privado ligadas a la negociación, indicaron que la UE no había presentado ninguna mejora en etanol y carne como se había comprometido, y pese a los rumores de que internamente en el Mercosur había diferencias significativas para el armado de las ofertas. El principal escollo para poder llegar a un acuerdo es la oferta de productos agrícolas que la UE permite ingresar a sus países con una determinada cuota.
En caso de cerrarse el acuerdo el próximo verano tardará en tener efectos concretos. Se implementaría recién en tres años y recién ahí comenzaría la apertura gradual.
¿De qué hablamos cuando decimos “acuerdo”, qué está en juego y en qué términos? Es lo que deberíamos preguntarnos, ya que los jugadores de las grandes ligas poco refieren al respecto, y no se sabe a ciencia cierta cuáles son los términos de las negociaciones, y mucho menos se sabe cuáles son las reales consecuencias que los tratados de libre comercio, como el de la UE- MERCOSUR, tienen para los productores.
Lo cierto es que a nuestras economías regionales, el término “liberación” les puede costar muy caro. Si ingresan productos a menores precios se puede perjudicar ampliamente la producción local, considerando además que las actuales condiciones de producción no son las óptimas: elevados costos, subas de tarifas, impuestos inmobiliarios, inflación y tipo de cambio atrasado. No solo eso, sino que además las reglas no son justas, ya que para el envió de productos del MERCOSUR a Europa se debe cumplir con una cuota (que determina la cantidad de productos), sumado a otros ítems que están muy poco claros, como son los términos de propiedad intelectual, relacionados con los laboratorios y agroquimicos, y lo que refiere a servicios e intercambio de datos.
En tiempos de discursos y promesas, de altos grados de subjetividad, el agro necesita cuestiones concretas y apuntadas a una verdadera activación para aquellos sectores que aún se encuentran en crisis y no pueden entrar en estos “marcos”, incluso podría perjudicarlos aún más. Entrar al mundo,como nos promete el gobierno, pareciera que no es para todos igual, y es aquí donde hay que hacer “sintonía fina”….