Dioniso era el dios de la vid y del vino, aunque muchos otros, con leyendas análogas, aparecen en las más diversas civilizaciones con notable regularidad.
Una inscripción del año 2700 a.C. menciona a la diosa sumeria Gestín con el significativo nombre de “madre cepa”.
Otro dios sumerio se llamaba Pa-gestín-dug (“buena cepa”) y su esposa Nin-kasi, que significa “dama del fruto embriagador”.
En Egipto, el dios del vino era Osiris, al que se evocaba como el vino “lágrimas de Horus” o “sudor de Ra” (dios del sol).
Aunque, más tarde, Jesús dijo “yo soy la vid”, el judaísmo no estableció ninguna relación entre Dios y el vino. Prohibía Incluso las libaciones, ofrendas de vino a los dioses tan frecuentes en Babilonia, en Grecia y en otras religiones.
El vino es una bebida de una historia tan rica como noble con una diversidad que demuestra que es un producto que se amolda a diversas situaciones, sin embargo estudios realizados por el Observatorio vitivinícola nacional demuestra que el lugar predilecto de su consumo es el hogar, el 80% de los consumidores lo beben en este ámbito a diferencia del resto de las bebidas y lo realiza acompañando comidas junto a su familia, posicionándola como la cuarta categoría masiva en términos de frecuencia de compra.
Además el 80% de la producción total de vino se consume dentro del mercado interno que sumado a la actual coyuntura, donde la competencia frente a otros exportadores y la posibilidad de conquistar mercados es compleja, el consumo nacional pasa a tener un rol preponderante. Sumado a esto se agrega el exponencial aumento en las importaciones de vino, pasando de 550 hectolitros entre enero y abril de 2016 a 856.982 Hl en igual periodo de 2017 según datos del Observatorio vitivinícola Argentino.
Este hábito ha sido uno de los gustos que la mesa argentina ha dejado de darse, el primer cuatrimestre del 2017 acumulo una baja del 13,1% en el consumo interno frente a igual periodo del año anterior, fenómeno que no se observaba desde hace más de 20 años. Pero más preocupante para el sector, es que ha medida que los meses del año pasan esta baja se profundiza, encontrándose en el mes de abril en 16,9%.
La actividad Vitivinícola ocupa solo, en la producción primaria, más de 55.000 empleos equivalentes a dedicación plena y alrededor de 21.000 asalariados sin contar al sector industrial, comercializador, de distribución. Además de una innumerable cantidad de mano de obra temporaria evidencia el enorme alcance e importancia que presenta esta actividad en las regiones que se realiza ya que no solo permite la subsistencia de productores primarios y bodegueros sino que su alcance es mucho mayor debido a que es una actividad vinculada a la industria turística.
La preocupación en la industria vitivinícola sigue en aumento, la inflación y la caída del poder adquisitivo de los consumidores perjudica tanto a los productores, por el aumento de los costos de insumos, como también al consumidor. El vino no solo aporta al desarrollo de las economías regionales si no que es parte de la cultura y a la mística de cada una de las mesas argentinas que deben renunciar al rito que envuelve compartir un buen malbec, cabernet o un simple rosadito.