En nuestro país están ocurriendo una serie de acontecimientos vinculados al conflicto de SanCor, que no son menores y que creemos necesario abordar.
Haciendo un breve recorrido de la historia reciente de la cooperativa, encontramos noticias que podrían catalogarse como “positivas”, vinculadas a inversiones, precios equilibrados para los tamberos, balances positivos, entre otros. Pero este escenario cambió rotundamente en los últimos meses y lo que se puede observar hoy es una crisis financiera, económica, laboral y por qué no social, ya que la emblemática SanCor representa a más de 20 mil familias directas o indirectamente.
La pregunta clave es: ¿que está en juego en este conflicto?. Y la respuesta nos remite a dos perspectivas dentro de la cadena láctea, una tiene que ver con la situación de los trabajadores y su convenio colectivo, estando en juego más de 4 mil puestos de trabajo, sumado a la producción de los pequeños y medianos tamberos, que requieren vender su producción diaria y por otro lado se agudiza la concentración de la producción de leche, perjudicando a vastos sectores intervinientes en la cadena, disminuyendo las posibilidades de crecimiento y desarrollo de los pueblos que se sostienen con este tipo de economías regionales.
En este marco es fundamental el debate sobre la intervención del Estado, que no solamente debe ser pensada como un mecanismo compensatorio, sino que debería tener un rol regulador eficaz para sostener una producción diversificada, sostenible social, económica y ambientalmente. Un rol que debería incluir a productores tamberos ‘genuinos’, cooperativas e industrias nacionales agroalimentarias, de manera tal que todos ellos puedan estar sujetos a políticas diferenciadas respecto a los grandes grupos de inversión ligados a la producción, distribución, almacenamiento y a la comercialización-exportación.
Dentro de ese rol es esencial la discusión sobre el destino del dinero, las prioridades y los mecanismos de inversión, provenientes del Estado, de modo tal que favorezcan a los sectores más débiles de las cadenas productivas como los pequeños y medianos tamberos, los trabajadores, las Pymes y las Cooperativas Lecheras. De manera que las inversiones apunten a mejorar la infraestructura, la tecnificación y la competitividad de estos sectores para lograr poner en marcha el motor de crecimiento de las economías regionales que sostienen al interior de nuestro país.
Entender a la producción lechera como una economía regional, generadora de trabajo, salud, agregado de valor en origen y divisas que se enlaza con la cultura, el arraigo y el bienestar de la población, es entender el desarrollo rural y nacional.